Marie-Françoise Bonicel, publicado el 13 de diciembre de 2010.
La escuela es en efecto una comunidad humana, y como tal, atravesada por la violencia interna a cada individuo, a los grupos sociales que la componen y a su propia violencia institucional. Organismo vivo y poroso, está también contaminada por la violencia endémica externa, la que cristaliza la dificultad de « convivir » de las instituciones, de los grupos sociales o de las naciones. Pero mientras luchamos por elaborar nuevos mapas, persistimos en leerlos con viejos modelos en nuestras cabezas. La formación de los docentes es uno de los factores que pueden contribuir a identificar esta violencia, a afrontarla y a transformar esta energÃa destructiva en palanca para la acción y el cambio.
¿Es la violencia en la Escuela la que aumenta, o es nuestra inquietud ante sus manifestaciones nuevas y cada vez más precoces sobre un terreno familiar y social vulnerable? ¿Cómo, si no erradicar, por lo menos contener esta violencia?
El psicoanálisis nos permitió comprender los mecanismos de esta violencia fundamental que se encuentra en el niño atrapado en el amor y el odio, la ilusión de la omnipotencia infantil y el principio de placer. Si bien la violencia tiene sus razones internas, se inscribe para cada uno en una relación compleja con su entorno. La violencia es contagiosa y se auto-alimenta de heridas en heridas, avanza enmascarada antes de irrumpir brutalmente en los lugares de vida del niño y sobre todo en la escuela.
Se despliega en una espiral de heridas recibidas y dadas y el alumno que vive en una sociedad con referencias engañosas, muchas veces sin nadie frente a él, va a expresar en respuesta su agresividad incontrolada en la explosión externa que pasa a ser un modo de acción (ataques, golpes, insultos, deseo de imponer su ley a sus pares). O en la implosión con su cortejo de sÃntomas de desvalorización de sÃ, de estrategias de fracasos o de somatizaciones que en la adolescencia pueden ir hacia las patologÃas adictivas o el suicidio, y que en los más jóvenes se expresa en juegos peligrosos.
La antropologÃa y la historia, por su lado, nos han enseñado cómo la violencia, desde la génesis de la humanidad, se plasmó en la construcción del lenguaje, se civilizó en la edificación de reglas y de leyes comunes, elegidas o impuestas por terceros contra el caos de la indiferenciación, conquista nunca terminada.
La complejidad de las causas, del contexto, de la evolución de la sociedad supone abordar este fenómeno sobre todos los frentes. Aquà no plantearemos sino pistas sobre lo que puede aportar la formación en las relaciones humanas de los docentes como apoyo y como contribución.
¿Cómo contribuir en el rol de docente a utilizar esta formidable fuente de vida que constituye la violencia? ¿Cómo explorar otras maneras de hacer, de ser, y modificar su representación del mundo liberando energÃa para la acción y el cambio?
Los niños se encuentran en dificultad en los diferentes campos de su vida, dificultades que son un terreno fértil para la violencia. Entre estos obstáculos, podemos identificar:
“Sean ustedes mismos el cambio que quisieran ver en el mundo" - Gandhi
La tarea es inmensa para afrontar estas situaciones que obstaculizan la misión que los docentes han recibido, la de transmitir saber. El tiempo ya no se encuentra en los combates de retaguardia sobre los defensores del saber y los de la pedagogÃa. Es que para transmitir ese saber, salvo situaciones raras y privilegiadas, los docentes deben ser también educadores y formarse para ello en las relaciones humanas con el fin de restaurar una cultura del vÃnculo para una escuela aplacada.
Quisiera destacar que quienes deben formarse son todos los actores de la escuela, docentes, personal educativo o sanitario, directores de establecimientos o personal interno del establecimiento y por supuesto los alumnos, aun cuando aquà ponemos el acento en los docentes.
Cuando vemos la lista sin duda incompleta de las dificultades encontradas por los alumnos, constatamos que son también las de los docentes mismos (trabajar en cooperación, vivir la jerarquÃa, déficit de reconocimiento y de imagen de sÃ, etc.) mientras que otras, las menos numerosas, son más especÃficas (ejercer su autoridad, sancionar, etc.) ¿Formarse en qué? Actualmente se habla de desarrollo personal profesional…
Si bien la postura del docente es muy asimétrica, se trata de un trabajo de alianza para que cada uno complete su misión, en el caso del docente una misión educativa y en el caso del alumno una misión de educando. « El alumno no es un florero que uno llena, sino un fuego que uno enciende » escribÃa Bachelard. Pero, ¿cómo alimentar « ese fuego » cuando se está preocupado por la ansiedad cotidiana de una clase que uno debe « mantener » y no hacer vivir?
Para ir en ese sentido, el docente puede reforzar sus competencias en diferentes direcciones:
La puerta del cambio sólo se abre desde adentro - Carl Rogers
La formación es como el trabajo de la tierra, se hace a lo largo del tiempo con momentos fuertes y momentos de maduración. Formarse:
Sobre el « ¿Cómo organizar formaciones »? nos referiremos en particular al libro de de Jacques Nimier y a su sitio referenciado. En diversas publicaciones hemos retomado las prácticas de formación. En un artÃculo titulado « Una utopÃa de realización verificable en Luxemburgo » en el que hemos hecho una relectura de una experiencia de varios años –y que aún dura- de formación a la comunicación relacional inspirada en el enfoque de Jacques Salomé relacionado con otras corrientes.
La utilización de los principios del método E.S.P.E.R.E del psicosociólogo Jacques Salomé, consagrados a la comunicación relacional, brindó herramientas eficaces para permitir trabajar las representaciones, las diferenciaciones entre los comportamientos y las personas, la identificación de los sistemas destructores, reemplazándolos por relaciones más creativas entre adultos y entre los niños. Este conjunto tiene el mérito de proveer todo una serie de reglas de higiene relacional, de instrumentos que favorecen la implementación de una comunicación eficaz y conceptos que estructuran la relación que ofrecemos al otro cotidianamente en la vida y en la escuela.
Cuando se tiene la misión de despertar en los niños el deseo de aprender, es importante que los docentes puedan hacer de la escuela un laboratorio de experiencia para una cultura de la no violencia, para aprender a convivir « no para tener paz sino para permitir vivir en paz » (Philippe Meirieu).
Fuente: Revista de pedagogÃa de Quebec (AQUEP " Vivir la primaria"), 2008
Sitios para consultar
» Formación docente en América Latina. Una perspectiva polÃtico-pedagógica
» PedagogÃas Latinoamericanas
» El modelo alostérico y las teorias contemporáneas sobre el aprendizaje