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Educar para la democracia

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Florencia Peña, publicado el 8 de marzo de 2011.

“Le es necesario al país actual conocer su propia historia, como le es necesario a los que quieren detenerlo en el pasado, impedir que la conozca. Los falsificadores no fueron individuos aislados sino los instrumentos de una sistemática política del conocimiento histórico destinada a servir a la política de la oligarquía y la dependencia económica del país.” - Arturo Jauretche.

Reivindicar la escuela pública no quiere decir descartar a la educación privada, sino respetar a ambas. Sin el prejuicio negativo que se suele tener para la enseñanza estatal, ni la falsa idea de que lo privado es superior.

El lunes pasado arrancaron las clases. Con los fantasmas que acechan cuando se aproxima el comienzo del ciclo lectivo. Pero la educación pública resiste, a pesar de tantos atentados de aquellos a quienes les gustaría verla muerta. Los mismos que quieren construir una educación paga y excluyente. Educación sólo en manos privadas, como negocio. Y el Estado ausente. Una educación para quienes pueden pagarla. Son los mismos que después piden represión contra los que no la puedan comprar, contra los excluidos. O añoran y reclaman que vuelva el autoritarismo de la época de la dictadura. Cuando las escuelas públicas estaban condenadas al silencio. Controladas, espiadas. La historia se manipulaba. Y si te llegabas a rebelar… El pensamiento crítico lo pagabas con la vida. Durante muchos años padecimos un sistema educativo ideológicamente preso. Venimos de un vaciamiento muy grave a nivel educativo. Con la llegada de la democracia fuimos recuperando el valor de la enseñanza. Nos falta, pero de a poco la educación volvió a ganar terrenos olvidados. Los años nefastos entorpecieron y corrompieron muchas ideas. Y es ahí donde nuestro colonialismo mental todavía nos puede jugar malas pasadas. Y nos encontramos muchas veces pensando que la educación está en mejores manos cuando se paga por ella. Y cuanto más se paga es mejor. Yo fui a un colegio privado, bilingüe, católico, de mujeres. ¡¡¡Qué combo!!! Para mantener bieeennn alejada a la tentación, y acceder a una educación muy ordenada. Para mis padres, como para muchos, la escuela pública era un quilombo. Por no agregar que también creían que la droga y el sexo corrían sin límites. ¡¡¡Ja, ja!!! Eso se llama: estupidez. Se dejaron convencer. Una escuela para niñas buenas y calladitas. Sin lugar para elaborar un pensamiento crítico y mucho menos dudar frente a los conceptos que nos transmitían. Una enseñanza que nos mantenía a raya de la realidad. Ser obedientes al sistema, sumisas y poco comprometidas, nos hacía ver como grandes alumnas. Se premiaba la castración.

Reivindicar la escuela pública no quiere decir descartar a la educación privada, sino respetar a ambas. Sin el prejuicio negativo que se suele tener para la enseñanza estatal, ni la falsa idea de que lo privado es superior. Lo importante a mi humilde entender, como mamá de dos niños, es elegir una educación que ayude a pensar y elaborar sobre los conceptos que se van adquiriendo y desarrollando. Que los chicos puedan articular un pensamiento propio, sin alejarse de la realidad. Saber de dónde venimos, y quiénes somos, nos ayuda a ser más libres. Y la educación pública es la que garantiza el derecho a la educación para quienes no poseen los medios para pagar una educación a medida. Que nadie se quede fuera del sistema educativo es el desafío más grande para el Estado presente. Y en eso andamos por estos pagos. En esta dirección siento que estamos haciendo grandes avances. Que el proceso hondo de democratización que protagonizamos llega también a las aulas. Y, aunque todavía tengamos a los funcionarios del PRO con sus ganas de destruir todo lo que tocan, poco a poco vamos dejando atrás todo el daño que en los ’90 se le hizo a nuestras escuelas.

Parece que este va a ser otro año récord en inscripción de alumnos. Principalmente por una causa: la Asignación Universal por Hijo. En 2010 aumentó la matrícula escolar a niveles que hasta los opositores más recalcitrantes tuvieron que cerrar la boca y aplaudir. Encima el martes, en su discurso ante el Congreso, la presidenta anunció que se extenderá la asignación a las embarazadas desde el tercer mes de gestación. Una apuesta total a la vida, que no sé si un hombre hubiera impulsado. Y qué discurso se mandó. Más de una hora y media. Con notas nomás, repasó logros, puso los puntos sobre las íes y anunció nuevos proyectos: la ley de adopción, de trabajo domiciliario, de posesión de tierras. Ojalá que cale hondo en los diputados y senadores: el año pasado, con mayoría opositora, tuvieron uno de los años menos productivos en cuanto a sanción de leyes. Y este año vamos a ver a muchos distraídos con sus campañas proselitistas. Esperemos que asuman su responsabilidad con el pueblo y con las generaciones que vienen. Que no tengan un horizonte tan corto que llegue sólo hasta octubre y además recortado por intereses partidarios… Menos mal que Cristina está anteúltima en el ránking de vetos: porque si fuera por dirigentes como Duhalde (número 1 en vetar leyes desde la presidencia, y eso que estuvo un rato) o Macri (que parece que es lo que más sabe hacer) tendríamos unas poquitas leyes por año, siempre y cuando favorezcan o al menos no perjudiquen a las corporaciones.

A partir del miércoles, no teniendo muchos argumentos para refutar una clara exposición de capacidad y coherencia, los medios opositores quisieron armar un escándalo en torno a la visita de Vargas Llosa para abrir la Feria del Libro. El director de la Biblioteca Nacional, Horacio González, envió una carta lamentando la elección del genial y ultra-derechista Premio Nobel, y se levantó una polvareda increíble entre los intelectuales. Porque sin duda es un honor tener a una personalidad reconocida internacionalmente para la inauguración. Pero no parece inocente que, cuando siempre abre la feria un escritor argentino, este año hayan elegido a uno de los mayores propagandistas del neo-liberalismo a ultranza, para que dé inicio al gran evento a realizarse en… La Rural. Se entiende que la Feria es un evento cultural, pero sobre todo comercial, y se logra más prensa con este tipo de “celebridades”. Pero es raro que hayan elegido a un tipo que el año pasado no tuvo ningún problema en hablar pestes del pueblo argentino, y tildar a este gobierno (y a los gobiernos populares de América Latina, adivinen cuáles) de autoritarios. Y sin embargo estaba muy contento con los gobiernos de Menem y De La Rúa, por no decir de Uribe en Colombia o Aznar en España. Por suerte la misma presidenta se encargó de bajarle el tono a la polémica, y defender el diálogo y la pluralidad de ideas. En definitiva, ¿qué puede pasar? Que Vargas Llosa venga a decirnos desde su “autoridad literaria” lo que tenemos que hacer los argentinos para ser un país del primer mundo. Como si él fuera el FMI de las Letras. Que Clarín y Perfil tengan sus tapas “críticas”, citando a un Nobel de prosa exquisita e ideología repugnante. Allá ellos. Nosotros sabemos lo que representa este fulano fuera de sus libros, y me ahorro el catálogo de las desgracias neoliberales que defiende.

Para cambiar el foco, vale más recordar que este viernes se cumplieron 200 años de la muerte, en altamar, de Mariano Moreno. Un protagonista central de la historia de nuestro país, y propulsor fundamental de las ideas libertarias en América del Sur. Ojalá se dedicara más espacio a rescatar y difundir la producción y el ideario de este prócer, que realmente soñó con un continente soberano, con una patria grande. Pero ya sabemos que los pensamientos revolucionarios incomodan, y por lo tanto no encuentran tantos espacios. No sea cosa que nos contagien y volvamos a soñar con utopías. A querer cosas que no están en las góndolas. Que volvamos a imaginar mundos que a los poderosos no les convienen.


Fuente: artículo publicado en El Tiempo Argentino del domingo 6 de marzo 2011.

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